lunes, 31 de octubre de 2011

La mejilla de piedra

Muchas veces he besado la piedra. No he obtenido nada.
Porque besar esa piedra es como besar el altar del Dios que no escucha.
Golpear con los labios hasta quedarse sin ellos.
Duermo triste porque cuando beso a mi padre para darle las buenas noches, compruebo que no le gusta. Pone su cara dura para que cuando la bese sienta topar con pared. Cada noche insisto. Tal vez un día me despierte con mis lágrimas y llegue la noche y yo siga llorando,
y  la humedezca,
y descubra que esa mejilla no es de piedra,
sino barro que cede a la perseverancia.
Habré moldeado entonces ese barro moreno dejando un hueco hecho por mis labios.
Ahí cabrán todos los besos de buenas noches.