Se puede ver cómo la luna cambia de dirección, su forma parecería que también muta, pero es el sol que juega con las luces y nos muestra un cuarto de luna donde no podemos acostarnos; hay veces que se observa cuando ésta mengua porque no tiene quién la acompañe de día –esas ocasiones, donde su melancolía es tanta, se nos presenta a la media mañana, buscando con a alguien que la quiera acompañar-; pero a la luna no se le busca cuando aquel otro, el que le brinda brillo, aparece.
Sólo la encontramos en las noches de despejado cielo, cuando los nocturnos y los necesitados de consuelo requieren el desahogo de alguien, que como ellos, se halle náufrago, y nadie viene a rescatarlos.
Está sola, aunque haya pequeños seres indefensos que la admiren cada noche, de esos que se alegran con el primer destello que les arrojen, los que saltando solamente conseguirán arañar las nubes pero nunca lograrán llegar a ella, de esos que cantan una nueva canción cada noche y es escuchada por nadie ya que no se atreven a decirla, de aquellos que para sentirse más cerca buscan lagos o pequeños charcos para tenerla a su lado, que cuando se aleja, o la nube la oculta, buscan bajo el agua y sobre las piedras, entre las hojas y por su conciencia para saber qué ha sido de ella.
Se encuentra menguando, necesitando, cautiva de su nada, de la espera eterna y sin sentido, de quién, de alguien, -qué se yo quién sea pero es alguien- únicamente espera a que llegue, a que no sea un ser que únicamente la busque de noche, que la necesite de día, al medio día con eclipses y sin lunares, que le hable aunque no la vea, que no le escriba, que la sienta, que no necesite aire, ella busca quien la vuelva creciente, la llene.
Ella busca estar con quién o con alguien o con él, pero busca y solamente está esperando a que llegue.
Sólo la encontramos en las noches de despejado cielo, cuando los nocturnos y los necesitados de consuelo requieren el desahogo de alguien, que como ellos, se halle náufrago, y nadie viene a rescatarlos.
Está sola, aunque haya pequeños seres indefensos que la admiren cada noche, de esos que se alegran con el primer destello que les arrojen, los que saltando solamente conseguirán arañar las nubes pero nunca lograrán llegar a ella, de esos que cantan una nueva canción cada noche y es escuchada por nadie ya que no se atreven a decirla, de aquellos que para sentirse más cerca buscan lagos o pequeños charcos para tenerla a su lado, que cuando se aleja, o la nube la oculta, buscan bajo el agua y sobre las piedras, entre las hojas y por su conciencia para saber qué ha sido de ella.
Se encuentra menguando, necesitando, cautiva de su nada, de la espera eterna y sin sentido, de quién, de alguien, -qué se yo quién sea pero es alguien- únicamente espera a que llegue, a que no sea un ser que únicamente la busque de noche, que la necesite de día, al medio día con eclipses y sin lunares, que le hable aunque no la vea, que no le escriba, que la sienta, que no necesite aire, ella busca quien la vuelva creciente, la llene.
Ella busca estar con quién o con alguien o con él, pero busca y solamente está esperando a que llegue.