miércoles, 28 de noviembre de 2012

Amanecer

Nosotros, que entre mano y mano cosechamos ansia, ahora tememos a las palabras.
Y vamos a hurtadillas por la vida como antílopes perdidos en un pastizal de angustias.
Fingimos el orgullo y reímos y lloramos con la voz cortada.
No hay público que aplauda nuestro acto, nadie abandona el escenario
(un telón de tiempo cae sobre nosotros como memorándum).

Una palabra, tal vez dos. No podemos ir más lejos.
Sin embargo, algo pasa al otro extremo del universo.
Vuelven a nacer trémulas lágrimas y la realidad se difumina.
Nada renace de las cenizas.
El fuego estira los brazos.

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